domingo, 23 de octubre de 2011

La caza de la bestia

 
Esta semana hemos podido presenciar el asesinato del terrorista, militar, dictador y antiguo jefe de la República Árabe de Libia, Muamar el Gadafi. Las imágenes sobre su linchamiento no han tardado en circular por todo el mundo, a pesar de su tremenda crudeza. Con este acto, a mi parecer, se cierra un círculo ya empezado con el ahorcamiento de Saddam Hussein en diciembre de 2006 ( el cual también gozó de polémica a causa del vídeo vejatorio de su ejecución) y seguido por el asalto estadounidense a la mansión de Osama Bin laden en Islamabad.

Todas estas acciones aplaudidas por unos y criticadas por otros, tienen un lema común "El fin justifica los medios". Ya no cuentan los derechos humanos, el respeto por la persona ha sido borrado completamente y sustituido por otras necesidades o motivaciones, en este caso, el cambio de poder y la venganza. A pesar de contar con una tecnología punta envidiable que constántemente está renovándose, a pesar de considerarnos una sociedad civilizada, avanzada, ética y políticamente correcta, seguimos siendo unos animales.

En nosotros se mantiene un ser primario que se mueve por instintos y que actúa con brutalidad y rudeza. Estos han sido claros ejemplos de ello, cuando un monstruo aparece en el marco, la gente se asusta y demanda seguridad, esperando que la ley actúe. Pero si la responsabilidad recae en nosotros mismos y el odio es lo que nos guía, en vez de la justicia, entonces encontraremos a alimañas cazando a alimañas.

Deberíamos hacernos una revisión interna y controlar al salvaje que llevamos dentro, porque aunque aparentemente nos mostremos como seres evolucionados, la cruda realidad es que estamos dando media vuelta, volvemos a la analfabetización, a elegir la violencia antes que la palabra o que la razón. La sociedad está indignada y ¿A qué recurre? a las revueltas, los saqueos y la destrucción(eso los que se dignan a movilizarse). Ya no hay acuerdos pacíficos ejemplares, los engaños, los intereses y la corrupción están al orden del día, gracias a nuestros queridos gobiernos, el contrato social de Rousseau ha dejado de tener sentido.